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viernes, 24 de julio de 2009

Links para descargar dos aplicaciones matemáticas

Existió una faceta de mi vida en la que era programador de Visual Basic, y que a veces me gustaría "revivirla" nuevamente. En esos días, desarrollé varios programas, de temática educativa y comercial. Aquí os dejo los vínculos de dos de ellos: el primero está destinado a estudiantes de secundaria, y el segundo a los de primaria. Ambos son freeware, por lo que podrás compartirlos sin problemas.

Ecuación generada a partir de dos puntos:

http://rapidshare.de/files/47931221/Ecuaci_n_generada_a_partir_de_dos_puntos.exe.html

Fracciones I:

http://rapidshare.de/files/47931241/Fracciones_I.exe.html


Debido a obstaculizaciones informaticas, los ejecutables no se encuentran mas en los enlaces especificados. Por ello, dejo mi correo para que, quien quisiese tenerlos, mande un mensaje y asi se los envio. Como asunto, escribid "Programas educativos", nada mas. E-mail: roeugui2009@hotmail.com

martes, 19 de mayo de 2009

A nuestro Marito

Físicamente, nunca tuve la grata oportunidad de conocerte, y aún así, te considero un amigo, un muy buen amigo del alma. Aconsejaste, por medio de tu singular y emotiva literatura, a más de un desdichado, dentro de los cuales me incluyo. Eres grande; pero tu magnanimidad no se reduce a esas palabras consoladoras. Fuiste siempre un espíritu sincero, y esa cualidad no la perciben nuestros ojos, la experimentamos, no sé cómo, pero la experimentamos. Dejaste tu ánima al desnudo únicamente para abrigar a otras, más tristes, más alegres…más solas. Y nunca, repito, nunca inhalaste el humo de la grandeza, teniendo en todo momento los pulmones puros de humildad. Recuerdo un relato tuyo, “La juguetería”, y pienso en el niño que, hasta el último minuto, fuiste, compañero. Recuerdo también la moraleja implícita, y trato de reflexionar (verbo que, actualmente, parece pertenecer a las reliquias del pasado) sobre mis acciones. Sabes, ahora comprendo tu mensaje, y resulta hermoso dialogar con el lenguaje del corazón. Gracias por escucharnos, simplemente gracias. Es maravilloso saber que los seres humanos podemos aspirar la eternidad, y tú eres ejemplo de ello. Tu obra, grávida de sentimiento, será el oído de generaciones presentes y futuras; ése, mi amigo, es el logro más sublime, y que a un escritor llena de regocijo. Pero no es necesario que te lo explique: ya conoces ese efecto. Cierta vez, escuché a un ex-prisionero de las FARC comentar que tus poemas habían salvado su vida. Eres grande Mario, y siempre lo serás. Por eso hoy, 18 de mayo de 2009, todos los uruguayos, con profunda tristeza, despedimos tu cuerpo, tu nombre…pero jamás, escucha, jamás sepultaremos las memorias de tu alma. Y mientras un joven lea algún poema tuyo, seguirá encendida la antorcha del recuerdo.

En nombre de todos los jóvenes, soñadores, utopistas y enamorados, te saludo desde el corazón.

Rodrigo Eugui

viernes, 1 de mayo de 2009

“Nunca más mi amor, nunca más”

Rodrigo Federico Eugui Ferrari

En esos días en que la melancolía abre viejas heridas causadas por el travieso Cupido, confundiendo al corazón y abatiendo al espíritu, mi mente busca una escapatoria a esa extraña tristeza, aparentemente sin sentido, revolviendo en el viejo baúl de los recuerdos. En ese momento en que la imagen de esa bella y pura dama, dueña absoluta de mi corazón, se apropia de mis pensamientos, obligándome a revivir ese intenso dolor pasional de haberla perdido; una historia resurge de lo más profundo de mi memoria, levantándome el ánimo e iluminándome el alma con esperanza.
Cierta vez, estando en un bar, ubicado, en ese entonces, en la zona céntrica de mi departamento, bebiendo un café y tratando de finalizar una obra, se presenta ante mí un hombre, ya mayor, que, sinceramente, parecía el más feliz del mundo.

“Buenos días, m’hijo. ¿Escribiendo?”-me pregunta con una gran sonrisa en el rostro, y con un tono que, quien lo escuchase, creería que me conocía de toda la vida.

“Si, eso intento”-le respondo molesto y sin siquiera mirarlo, como quien trata a un animal y no a un ser humano.

El hombre, en vez de enojarse y reprender mi actitud (que sería lo que me merecía por haberlo tratado así), parece comprender mi desequilibrado estado anímico, consecuencia de una reciente pérdida amorosa, y comienza a hablarme con paciencia y sabiduría (virtudes atribuidas a la vejez), tratando de animarme.
Sus profundas palabras captaron de inmediato mi atención, logrando que soltara el lápiz y cerrara el cuaderno, con el único objetivo de escucharlo, como un niño que oye atentamente a su abuelo narrar historias fantásticas, donde existen héroes y dragones.
La conversación se extendió por más de dos horas. Hablamos, entre otras cosas, de experiencias vividas, amores imposibles y desgracias ajenas. Pero algo que realmente conmovió mi espíritu, y se grabó para siempre en mi memoria, fue cuando me contó la historia de Valentín y Esperanza, dos enamorados empedernidos que desafiaron al destino, cuya voluntad era separarlos.
Según mi amigo, en este mismo lugar, en los vaivenes de la década del setenta, una pareja de jóvenes, llamados Valentín y Esperanza (él uruguayo y ella argentina), pensaba sellar para siempre el mutuo amor que los une.
Él, sacando de uno de sus dos bolsillos un par de alianzas (y teniendo en el otro un poema inconcluso), se las enseña a ella, quien con dulces lágrimas y una gran sonrisa, parece contestarle de antemano “Acepto”.Y entre medio de tanta alegría y felicidad, irrumpe, inesperadamente, un agente de la gendarmería, como una piedra que cae violentamente en el agua, rompiendo toda armonía existente.
Con pasos largos, cuyos golpes con el piso al caminar retumban en las paredes de ese viejo bar, se dirige hacia Esperanza. Cuando llega, lee de una lista el nombre completo de ella, y le pregunta si es correcto. Mirando a Valentín a los ojos, y agarrándole la mano, asiente con la cabeza. El gendarme avisa a la Central el dato, y le comunica que deberá acompañarlo. Valentín, con el espíritu rebelde y el corazón decidido, se niega a soltarla. Entonces, de un violento empujón que lo voltea al piso, el agente logra separarlos y, muy rápidamente, lleva a Esperanza hacia fuera, donde una camioneta los esperaba. Ya estando en su interior, el vehículo arranca y se pierde en la distancia.

(Nota: en una parte del relato, mi amigo me comenta que ella era hija de un importante líder revolucionario, y que planeaban utilizarla como chivo expiatorio para dar con su padre)

Inmediatamente que se recupera de la caída, Valentín corre hacia la calle en busca de ella, pero ya era demasiado tarde. Profundamente angustiado, y con el alma abatida, se sienta en el escalón de una casa a llorar. Una señora, conmovida al verlo y siendo cómplice de las circunstancias, se le acerca y, en tono maternal, le dice al oído el lugar al que la llevaban. Secándose las lágrimas y con la frente en alto, marchó decidido al sitio indicado, con el único propósito de liberar a su amor cautivo.
Al llegar a esa fría y gris prisión (que en realidad era un cuartel), entra y pregunta a un guardia disponible quién está al mando de la misma. El oficial apunta hacia una oficina al final de un pasillo, y le dice que golpeé la puerta antes de ingresar. Nuestro joven enamorado camina por ese estrecho sendero, como un hombre inocente que se dirige a un juicio, sabiendo que recibirá una condena por algo que no ha cometido. Al llegar, se detiene y, juntando coraje y valentía, toca la consistente puerta de madera. El eco del “toc-toc” parecía el lamento de un fantasma.

“¡Adelante!”-se escucha una voz que provenía del interior de la oficina.

Valentín entra a la misma, y lo atiende el mismísimo director del cuartel.

“Buenas tardes, soy el Comandante a cargo de este centro. Me acaban de informar que me andaba buscando. ¿Cuál es el problema?”

“Mi novia acaba de ser arrestada, sin motivo aparente, y necesito verla para saber cómo se encuentra. Por favor, comprenda que sin ella yo no puedo vivir. Es como el aire para mí. Se lo suplico, libérela. De ser preciso, yo asumiré cualquier cargo que se le adjudica, con tal de que ella no sufra un minuto más de su vida.”

El comandante, mirándolo como si se tratase del peor de los criminales, le responde molesto:

“Tu chica fue enviada a un centro de reclusión, ubicado en su pueblo natal, en la provincia de Santa Fe, por disposición del gobierno argentino. Nosotros sólo actuamos como intermediarios, cumpliendo con las órdenes mandadas por nuestros superiores. Si quieres quejarte, hazlo con alguien que realmente le interese el asunto. No me hagas perder más tiempo, y aléjate de mi vista.”

Valentín, mirándolo a los ojos, le contesta firme y decidido:

“No me voy hasta que no me diga el número del pabellón en el cual se encuentra. Tengo el derecho de…”

“¡Usted no tiene ningún derecho! Ahora lárguese si no quiere que lo arreste por desacato a la autoridad.”-le grita enojado el regente.

Prestando atención a la orden, y con el corazón esperanzado, el muchacho sale corriendo en busca de su amada.
Rompiendo de un martillazo la alcancía, y con el espíritu repleto de fe, invierte los ahorros de toda su vida en un pasaje, mágico mapa que lo llevará hacia ella.
Partió de noche, a la luz de la luna, y luego de tres horas de viaje arriba al lugar natal de su prometida. Cansado y somnoliento, emprende la difícil tarea de encontrarla en alguno de los centros de reclusión existentes en ese sitio. Alentado por el amor, y haciéndole frente a la fatiga que, permanentemente, amenazaba con derribarlo, la busca de prisión en prisión, de cuartel en cuartel, hasta llegar al último de todos ellos. Era un lugar tan gris y custodiado, que parecía convertir los sueños en pesadillas de solo verlo. Valentín, con un gran esfuerzo, se dirige a hablar con el portero de la misma. Con los ojos a punto de cerrárseles, como el sol en el atardecer, intenta mirar en el interior de la oscura cabina, y pregunta por ella.

“Lo que usted quiere saber es información confidencial. Lamentablemente, no se la puedo brindar. Le pido que se retire inmediatamente de esta zona para evitar posibles inconvenientes. Que tenga usted un buen día.”-le responde una voz espectral proveniente de su interior.

Ignorando el aviso, y con el fuerte presentimiento de que su amor estaba cautivo en ese sitio, realiza un último intento.
Ocultándose de la vista de los oficiales, se ubica detrás de la valla de alambre que rodea a la prisión, frente a la ventana de una celda de la misma. Con la escasa fuerza que le queda, alza la voz lo más que puede, y comienza a leer aquel poema inconcluso que tenía guardado en el otro bolsillo, que decía más o menos así:

“Cuando las olas amenazan derribar mi bote,
tú eres como una suave brisa que calma la tempestad.
Eres una flor con pétalos de pluma,
y tu hermosura vuela por el cerúleo cielo.

Y como si fuese una señal divina,
fuiste a caer en mi bolsillo.
¡Bendita seas amada mía,
por iluminarme el alma con tu perfume!

Sueño conque, algún día,
fuésemos al río juntos y mirásemos el atardecer.”

Inspirado por la ilusión de que lo estuviese escuchando, decide finalizar la obra, con dos versos que provenían de lo más profundo de su corazón:

“Y cuando caiga la noche, a la luz de la luna,
caminaremos de la mano hacia el horizonte.”

Al terminar, espera ansioso una señal de ella. Mira aquella ventana enrejada por un largo tiempo, con la esperanza de que asome su triste rostro angelical, y que le diga, simplemente, “te amo”. Pero nada de eso sucedió. Al darse cuenta que nunca aparecería, se aleja de esa jaula de amores, caminando por una calle de tosca. Sinceramente, me es imposible transmitir con palabras el sufrimiento de ese joven; pero, por lo que sé, en el mismo momento en que se marchaba, cayeron del cielo lágrimas de ángeles. En medio de la lluvia, caminaba, solo y cabizbajo, hacia un lugar sin rumbo. Desilusionado completamente, y consumido por la amargura, escucha una voz que lo llama a lo lejos, diciéndole “¡Acepto, te acepto mi amor!”. ¿Podría ser? Da la vuelta para verificar, y la ve, golpeada y semidesnuda, esperándolo con los ojos abiertos y con una gran sonrisa que, como escribió alguna vez Dante, parecía decirle al ánimo “suspira”. Siempre que me imagino esta escena, dejo que se cuele por el aire de la misma, la música de la canción “Le piano sur la vague”, del talentosísimo Paul Mauriat, con la intención, quizás, de “levantarme el espíritu”.
Venciendo al cansancio, Valentín corre a reencontrarse con ella, y la alegría de ambos se transforma en un fuerte abrazo en medio del diluvio. Las gotas de agua que caían de los cabellos de los enamorados, mojando sus rostros, se mezclaban con las lágrimas, purificándoles el alma. Nunca olvidaré que, cuando le pregunté a mi amigo qué pasó después, él, simplemente, baja la cabeza y no me contesta, como si el recuerdo se hubiera apoderado de su pensamiento. Comprendí su silencio. Al rato, me mira a los ojos, como si fuese su hijo, y me dice que se acerca a ella y, con los ojos cerrados, le susurra al oído “Nunca más mi amor, nunca más”.

Tomado del libro: Mapa de poemas para un espíritu sin rumbo (disponible en el sitio www.portalplanetasedna.com.ar/eugui.htm).

El amor en la poesía de Pedro Salinas

Rodrigo Federico Eugui Ferrari

Resulta necesario, antes de abordar el tema con profundidad, referirnos al autor y al grupo de escritores al que perteneció. Pedro Salinas nació en Madrid, España, en 1891 y fue un poeta, narrador, dramaturgo, ensayista y crítico literario adscrito a la generación del 27 de la que es uno de sus representantes más destacados. Se doctoró en Filosofía y Letras y fue lector de español en la Universidad de La Sorbona, París (1914-1917), catedrático de Literatura en la Universidad de Sevilla (1918-1926) y posteriormente en la de Murcia. Viajó por casi toda Europa y el norte de África y ejerció como lector en la Universidad inglesa de Cambridge (1922-23), siendo profesor de la Escuela Central de Idiomas, de Madrid, colaborador del Centro de Estudios Históricos y fundador y secretario de la Universidad Internacional de Santander (1933-1936). Se exilió debido a la Guerra Civil española y trabajó como profesor en las universidades de Wellesley y Baltimore, Estados Unidos, y en la Universidad de Puerto Rico. Murió en Boston en 1951.
Es interesante la definición que presenta de la poesía, como un ahondamiento en la realidad, "una aventura hacia lo absoluto. Se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino: eso es todo". Reduce a tres los elementos de su creación: "Estimo en la poesía, sobre todo, la autenticidad. Luego, la belleza. Después, el ingenio" Y en efecto, en Salinas el sentimiento y la inteligencia se hermanan de modo singular: cada uno permite ahondar en el otro. De ahí que, según Leo Spitzer, la principal característica de su arte consista en el "conceptismo interior", que se manifiesta en paradojas y condensación de conceptos. Prefiere los versos cortos y sobre todo la silva, y renuncia casi siempre a la rima.
Por otro lado, la llamada Generación del 27 fue una constelación de autores que surgió en el panorama cultural español alrededor del año 1927, en que se conmemoró el tricentenario de la muerte del poeta barroco Luis de Góngora. Estos autores aprovecharon esta fecha para reivindicar la poesía que este autor compuso en la última época de su vida (culteranismo), desprestigiada por la crítica decimonónica. Tanto escritores como profesores e intelectuales celebraron en homenaje a Góngora una serie de actos (conferencias, etc.) en el Ateneo de Sevilla en ese año que se ha venido a considerar el acta fundacional del grupo.
La nómina habitual del grupo poético del 27 se limita a diez autores: Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados, pero hubo también muchos otros que de algún modo estuvieron en la órbita del 27, algunos más viejos, como Fernando Villalón, José Moreno Villa o León Felipe, y otros más jóvenes, como Miguel Hernández.
En los autores del 27 es muy significativa la tendencia al equilibrio, a la síntesis entre polos opuestos (Lázaro), incluso dentro de un mismo autor: entre lo intelectual y lo sentimental (la emoción tiende a ser refrenada por el intelecto. Prefieren inteligencia, sentimiento y sensibilidad a intelectualismo, sentimentalismo y sensiblería); entre una concepción romántica del arte (arrebato, inspiración) y una concepción clásica (esfuerzo riguroso, disciplina, perfección); entre la pureza estética y la autenticidad humana, entre la poesía pura (arte por el arte; deseo de belleza) y la poesía auténtica, humana, preocupada por los problemas del hombre; entre el arte para minorías y mayorías (alternan el hermetismo y la claridad, lo culto y lo popular. Se advierte un paso del "yo" al "nosotros"); entre lo universal y lo español, entre los influjos de la poesía europea del momento (surrealismo) y de la mejor poesía española de siempre; entre tradición y renovación (se sienten próximos a las Vanguardias y a la generación anterior; sienten auténtico fervor por los clásicos: Manrique, Garcilaso, San Juan, Fray Luis, Quevedo, Voldemort, Lope de Vega y, sobre todos, Góngora).
El poema que estudiaré forma parte del libro “La voz a ti debida” (cuyo título está tomado de un verso de la “Égloga” tercera de Garcilaso de la Vega, y que presenta la historia de una pasión amorosa, desde su nacimiento hasta el final). No posee rótulo, por lo que se le atribuye como tal el primer verso: Si me llamaras, sí.
El mismo está compuesto por un total de cinco estrofas, con la siguiente cantidad de versos cada una: la primera dos, la segunda nueve, la tercera dos, la cuarta nueve, y la quinta tres. No posee rima y tanto la métrica como la medida de los versos es libre. Con respecto al tema central de la composición, advierto que admite dos interpretaciones diferentes: por un lado, podemos pensar que se tratase de que su amada se encuentra en un estado agonizante, en el cual ha perdido la conciencia y el habla, y que él sabe que pronto fallecerá, y ello le duele profundamente; y por otra parte sugiere que el poeta sufre al ser “menospreciado” por su amada, que ella no conoce el amor que le tiene, que lo ignora, y que pronto partirá sin que éste pueda transmitírselo. Francamente, creo que la segunda interpretación resulta ser la más adecuada. ¿Por qué? Si investigamos a Salinas detenidamente, notaremos que la obra poética de dicho autor suele dividirse en tres etapas. Como sabemos, este poema pertenece a “La voz a ti debida”, escrita en su etapa de plenitud (1933-1939), que está formada por la trilogía amorosa inspirada en su amor por una estudiante estadounidense que conoció en España. Dado lo anterior, pienso que la ya citada composición refleja el sentimiento de Salinas por la estudiante, el sufrimiento que sentía al ella no prestarle atención, y el dolor que lo atormentaba al saber que su amada regresaría a su país natal, sin poder manifestarle su amor.
Aclarado ello, daré comienzo al análisis literario propiamente dicho. En el poema se pueden identificar tres momentos: el primero comprende las dos primeras estrofas, el segundo las dos siguientes, y el tercero la última. El primer momento nos remite a una especie de imposibilidad de ese amor, puesto que está formado por una oración subordinada condicional potencial, que abarca el primer verso de la primera estrofa hasta el séptimo de la segunda. Antes de proseguir, aclararé algunos conceptos. Este tipo de oraciones (las subordinadas condicionales) señalan la condición que debe cumplirse para que se realice lo expresado en la oración principal. Fijémonos ahora en el enunciado del primer verso de la composición: “si me llamaras”. El tiempo verbal empleado es el subjuntivo. Generalmente, este tiempo nos indica que la condición se ve más incierta, es decir, nos traslada al plano de la improbabilidad. La primera estrofa constituye la llamada prótasis de la oración, puesto que presenta la conjunción condicional si. Podemos apreciar en ella que se trata de un yo que se dirige a un tú, que presenta una anáfora (figura literaria que consiste en la repetición de la misma o las mismas palabras al principio de los versos) que cumple la función de transmitir al lector ese sentimiento de profunda tristeza, y que la emocionalidad se fortifica con el uso de signos de exclamación.
En la segunda estrofa encontramos la denominada apódosis de la oración, que enuncia el resultado o consecuencia. La misma se extiende, como he dicho, hasta el séptimo verso. Se observa un pleonasmo (repetición innecesaria de ciertos términos) entre la palabra final del primero (“todo”) y la inicial del siguiente. Creo que ello se debe a que el poeta intenta que nosotros experimentemos una cierta empatía, que sintamos lo que él siente, que reflexionemos acerca de lo que daríamos, si pudiésemos, para que ese ser amado pronuncie nuestro nombre, que sepa que existimos. Y lo que él está dispuesto a ofrecer para que ello sucediese lo manifiesta a través de imágenes, es decir, a través de metáforas conceptuales: “precios” (simboliza la belleza física de la persona, puesto que, en el mercado, el artículo mejor presentado es, generalmente, el de precio más elevado), “catálogos” (representa otros amores, en realidad quiere decirle que sus ojos se fijarán únicamente en ella, una especie de fidelidad), “el azul del océano en los mapas” (en esta imagen identificamos una sinécdoque, donde se toma “el azul del océano” por todo el océano. Me sugiere algo referido al llanto, como que dejaría de llorar si ella lo llamase), “los días y sus noches” (aquí apreciamos un contraste cromático: la claridad del día con la oscuridad de la noche. Significa que por ella iría a lugares conocidos como desconocidos. También podemos interpretar que el tiempo, para él, no existe cuando está con su amada), “los telegramas viejos” (simboliza el olvido de ese dolor que le causaba el enterarse que ella retornaba a su país natal, que nunca más la volvería a ver), “y un amor” (pienso que se refiere a él, a su autoestima: la ama más que a sí mismo). En la presentación de las ya mencionadas imágenes, observamos una asíndeton (figura literaria que consiste en una construcción sintáctica sin nexos). Se emplea, la mayoría de las veces, para acelerar la acción. En el octavo verso identificamos otro recurso: la preterición (fingimiento de omitir lo que sí se dice). El poeta le expresa e ese “tú” que es su amor.
En el noveno verso recién nos damos cuenta que se produce una epífora con el último de la primera estrofa. Esto nos ayuda a reconocer más claramente la culminación del primer momento del poema. Ahora pasaremos al segundo, que comienza con el primer verso de la tercera estrofa. Ya desde el principio del mismo percibimos que se produce un quiebre con respecto a esa imposibilidad, y ello lo advertimos en el cambio del tiempo verbal: presente del indicativo (“y aún espero”). Podemos identificar, a su vez, una metonimia, que consiste en una sustitución de un término por otro por la relación que guardan entre ellos; lo que realmente espera el poeta es que su amada pronuncie su nombre, que se dirija a él. Lo que sigue después lo definiríamos como una sinestesia (recurso que consiste en unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales), puesto que la voz la escuchamos, no la vemos como aquí nos lo plantea a través de imágenes, las cuales son: “telescopios abajo” (representa la distancia, que él la podrá oír pese a la lejanía), “estrella” (se encuentra en el primer verso de la cuarta estrofa. Nótese que se produce un encabalgamiento entre ésta y la anterior. Volviendo a la imagen, simboliza el poder de su voz, dado que la estrella es un astro con luz propia), “espejos” (sugieren una idea de apariencia. Espera que ella lo llame aunque sea en una relación formal. Recordemos que Salinas, en ese entonces, era profesor, y su amada una estudiante. Igualmente, resulta una imagen difícil de interpretar), “túneles” (íntimamente relacionada con el símbolo de la estrella. Por lo general, los túneles son lugares oscuros, fríos y estrechos y, teniendo en cuenta esto, podemos pensar que la voz de su amada le es como una especie de luz que lo guiará hacia el exterior, que lo cobijará, que lo salvará), “años bisiestos” (antes de examinarla, obsérvese que se origina una anáfora entre el segundo y el tercer verso. Aclarado esto, continuaremos con la imagen. La misma hace referencia al tiempo como un factor de reflexión, es decir, aguardará hasta que ella reflexione, hasta que “se dé cuenta” que la ama, lo que implica un cierto período de tiempo). Ubicándonos en el cuarto verso, notamos que el poeta expresa lo contrario de lo que piensa. Este recurso se denomina lítotes o atenuación. En realidad, lo sabe y nos lo comunica en el siguiente, exponiéndonos un símbolo: “el prodigio”. Yo lo asocio con la inspiración y con el oído, dado que, por la forma de presentar a su voz, la compara, implícitamente, con una música inspiradora, con un deleite sonoro. A continuación, introduce una nueva oración subordinada condicional, pero en esta ocasión en modo indicativo, para señalar que la condición se cumple o se siente como más probable. La prótasis de la oración la forma el sexto verso y, si nos trasladamos al siguiente, observamos esa clara diferencia entre el primer y el segundo momento. Los dos últimos componen la apódosis de la oración. Lo que nos plantea Salinas, dirigiéndose a ella, y que se relaciona con el símbolo del “prodigio”, es que si ella lo llama, entonces será un milagro (pero probable, que podría suceder) incógnito (nos remite a la interpretación de la inspiración, puesto que ésta posee tal característica: es de génesis desconocida) y sin verlo (alude a la idea de lo auditivo, de la música).
La última estrofa del poema contiene el tercer momento del mismo. En ella, el poeta revierte la situación de manera tal que confunde al lector: ese amor que parecía imposible al inicio ahora ya no lo es tanto. Se aprecia una “evolución” muy notable empieza “mostrándonos” una imagen de total desconocimiento, por parte de su amada, de ese sentimiento que le tiene, y culmina diciéndonos que logró besarla. Daré comienzo al análisis de estos tres versos, que son cruciales para comprender la composición. En el primero de ellos descubrimos una manifestación física amorosa; enlazada con la idea “no quiero que…” (el “nunca” nos lo señala). A su vez, encontramos figuras que ayudan a reforzar tal concepto: una catáfora (palabra que anticipa otra que aparecerá posteriormente. En este caso, es el término “labios” el que anuncia al verbo “besar”), y una sinécdoque (toma a la parte por el todo, a sus labios por ella). Lo interesante de este momento es que nos sugiere una especie de sufrimiento mutuo, como que a ambos les duele separarse (más a él, claro está). No lo hace de modo explícito (utilizando verbos que indiquen un “nosotros”) pero sí implícitamente (empleando una imagen de la realidad del enamorado y que los involucre a los dos). En el verso continuo apreciamos una anáfora. La única palabra que lo constituye (“nunca”) afirma lo anterior, y representa el quiebre significativo con todo lo presentado. En el tercer verso se produce un encabalgamiento con el segundo, y podemos apreciar, además, una personificación de la voz (recurso que consiste en atribuir cualidades humanas a seres inertes o animales) para “ocultarnos” que es él quien le pronuncia esas palabras: “No te vayas”, casi como si fuese una súplica proveniente del corazón. Lo que le dice da lugar a las interpretaciones expuestas al principio. Aquí se dirige únicamente a ella, en su condición de enamorado, y nosotros, los intérpretes, quedamos excluidos, como si se tratase de un instante íntimo de ambos, que los une.
A modo de reflexión personal, creo que en la obra de Salinas, por lo menos en la estudiada, la sencillez de su estructura se compensa con la complejidad de su contenido, donde sentimiento e inteligencia se unen de manera especial. El poeta busca a un lector que lo comprenda emocionalmente, y que sea intérprete de lo que lee, es decir, provocarle una reacción intelectual. Además, propone un concepto de amor en el cual la realidad exterior se fusiona con el sentimiento: lo concibe como una secuencia de hechos vividos por el individuo y que coinciden con lo que él siente en ese momento, y con lo que sucede en dicha realidad exterior presente. Ello lo podemos comprobar ya desde el principio, donde hace explícito su deseo de que su amada lo llame, y que, por otro lado, se opone a lo que él está viviendo. Finalizando con el análisis, rescato la idea de “jugar con el lector” que expone este autor y que, sin lugar a dudas, influyó notoriamente en escritores posteriores. Pienso que Salinas logró algo verdaderamente difícil: inmortalizar, a través de la literatura, su amor.
Durante la redacción consulté las siguientes fuentes:
http://es.wikipedia.org/wiki/Generación_del_27
“Pedro Salinas.” Microsoft® Student 2008. Microsoft Corporation, 2007.
“http://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Salinas”

About Deber de cultura en los estudiantes, en “Moral para intelectuales” de Carlos Vaz Ferreira

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Rodrigo Federico Eugui Ferrari.

“Aún no conocía yo ninguna de aquellas palabras y, con crueles y terribles castigos, se me presionaba violentamente para que las aprendiera.
Sin embargo, fijando la atención, las fui aprendiendo sin ningún temor ni tormento, incluso entre las caricias de las nodrizas y los juegos y fiestas de quienes conmigo se reían y jugaban. Las aprendí sin la enojosa pesadumbre de los apremios, bajo el solo apremio de mi corazón ansioso de manifestar sus conceptos. Y no me hubiera sido esto hacedero, de no haber aprendido algunas palabras, no de los que me enseñaban, sino de los que hablaban, en cuyos oídos iba yo depositando todo lo que sentía.
Esto pone bien de manifiesto que posee mayor eficacia para estos estudios una espontánea curiosidad que una temerosa coacción.”
San Agustín. Confesiones

NOTA: Para evitar esa monótona repetición de ideas (que tanto nos perjudica al expoliar a la lectura, independientemente del tema que ésta tratase, de su fin de entendimiento; y otorgarle uno nuevo, más mnemotécnico y gélido a la causa de “estudiar por el saber mismo”), cambiaré la estructura del trabajo, siempre respetando la intención de las preguntas originales, pero con la diferencia que serán formuladas desde “otro enfoque”, más personal diría. Por ello, imagínese que un niño (típico representante de nuestro “espíritu curioso”) se encuentra con Carlos Vaz Ferreira (que, en este caso, simbolizaría la parte reflexiva del alma) y empiezan a dialogar…

Niño- Amigo, he visto a mi hermano enfurecerse cada vez que tiene un examen. Cuando le pregunto por qué los aborrece de tal manera, su cólera le niega el decírmelo. ¿Podrías tú explicarme la causa de su rechazo?

Carlos Vaz Ferreira- Trataré de ser lo más comprensible posible, pequeño compañero. En primer lugar, los exámenes crean una especie de psicología peculiar en el estudiante. (Observando sus ojos que arrojan extrañeza) A ver, ¿cómo te lo explico? Asumo que tú y tus compañeros, entre ustedes, se dirán: “¡Que suerte, nos falta tan poco para terminar la escuela!” o “¿Qué daremos este año?”. Estoy en lo cierto, ¿o me equivoco?

Niño- Estás en lo cierto.

Carlos Vaz Ferreira- Bien, entonces podemos afirmar que las palabras que emplean nunca se refieren a algo “que entre”, sino a algo “que sale”

Niño- No entiendo.

Carlos Vaz Ferreira- Creo que ustedes no se preguntarán, por ejemplo, “¿Qué parte del reino vegetal daremos este año? Estoy ansioso por comenzar a estudiar”, o exclamarán “¡Viva, aprenderemos la cultura inca!”. Es decir, su hablar coloquial no refiere muy a menudo sobre estos temas; no trata sobre algo “que entre”

Niño- ¡Ah!, ahora comprendo.

Carlos Vaz Ferreira- Lo anterior demuestra que esta terminología se encuentra vinculada al problema de “estudiar para mostrar que se sabe”. Este es un caso muy serio: al estudiante no estudiar (valga la redundancia) para saber; resulta que ese conocimiento, que en ese momento absorbe, tiene que exhibirlo. Ello genera buna consecuencia negativa: la preocupación de recordar predomina sobre la de entender. ¿Qué deduces entonces?

Niño- Que se forma una cultura artificial.

Carlos Vaz Ferreira- ¿Por qué?

Niño- Porque si nosotros nos concentramos únicamente en repetir (sin reflexionar) lo que otros han pensado, nunca podríamos contribuir a la formación de nuestra propia cultura, puesto que este proceso exige innovación y creatividad.

Carlos Vaz Ferreira- ¿Es decir…?

Niño- Es decir: nosotros tenemos las herramientas, lo que nos faltaría sería darles un nuevo uso.
Carlos Vaz Ferreira- ¡Exacto! Ahora piensa acerca de la magnitud de este fenómeno si en vez de combatirlo lo beneficiamos.

Niño- ¿De qué manera?

Carlos Vaz Ferreira- Aumentando la cantidad de materias en los cursos, agregándoles temas a los programas…

Niño- Estaríamos exigiéndole a la memoria un esfuerzo antinatural. ¡¿Cómo un joven podría retener semejante cantidad de información?!

Carlos Vaz Ferreira- No lo hace, nadie puede lograrlo. Lo que sucede es que su espíritu se crea hábitos y facilidades especiales: simula el saber ante una mesa examinadora, al tiempo se olvida de todo lo que había “aprendido”. Ya hablamos sobre los inconvenientes pedagógicos del examen, dime: ¿cuáles serían los dilemas éticos correspondientes?

Niño- Personalmente, me preguntaría: si tales métodos de evaluación obstaculizan el progreso cultural, entonces ¿por qué continúan estando vigentes en la actualidad, e incluso hay personas que los defienden? Asimismo, el fin real de la enseñanza ¿coincide con el ideal? ¿Qué le resulta más conveniente al Estado: poseer un gran número de falsos eruditos o incentivar el “saber por el saber mismo”? ¿Verdaderamente se tienen en cuenta los intereses intelectuales del estudiante o el objetivo mismo del aprender? Esta vez, concuerdo con Confusio en lo siguiente: “estudiar sin reflexionar es una tarea inútil, reflexionar sin estudiar es una obra vacía”

Carlos Vaz Ferreira- Ahora comprendes las razones por las cuales tu hermano los aborrece tanto.

Niño- Si alguien quisiera contribuir a su cultura, pero a la vez se halla obstaculizado por este método de evaluación, ¿qué le aconsejarías?

Carlos Vaz Ferreira- Lo primero que le diría es que ambos puntos son importantes, por lo que no debe descuidar ni uno ni otro. Si no presta atención a la cultura, no será un ser “útil” completamente para la sociedad. Evoco las palabras de Johann Heinrich Pestalozzi: “Podemos aprovecharnos de las opiniones de los demás y sacar alguna ventaja del hecho de conocerlas; pero podemos, además, hacernos nosotros mismos útiles a las otras personas mediante el trabajo de nuestro propio entendimiento, los resultados de nuestras investigaciones personales y también por medio de aquellas ideas y realizaciones que podríamos denominar nuestro patrimonio intelectual. Sólo así nos hacemos acreedores al derecho de tenernos por miembros valiosos de la sociedad.”1 Por el contrario, si descuida los exámenes, nunca podrá acceder a “nuevas herramientas” que le aseguren una verdadera contribución a la cultura. En resumen: se complementan.

1J. H. Pestalozzi. Cartas sobre educación infantil

Niño- Reincido con la pregunta, ¿qué le aconsejarías?

Carlos Vaz Ferreira- A eso iba, no seas tan ansioso. Mi recomendación número uno será que se habitúe a profundizar un tema cualquiera, dependientemente de su gusto o de su capacidad intelectual para intuirlo. Recuerda: paso previo al descubrimiento es un conocimiento minucioso y detallado del objeto estudiado. Complementaré esto citando una frase muy esclarecedora de Pestalozzi: “aquel hábito de reflexión que descarta la presunción del ignorante y la ligereza de un saber superficial, que puede llevar a la persona a la humilde convicción de que sabe poco sin duda, pero también a la honrosa conciencia de que eso poco que sabe lo sabe bien.”2 En segundo lugar, le diría que no limite sus lecturas al círculo de los textos (aquellos que han sido escritos con fines didácticos), sino que lea algunos libros. Como podrás notar, estimado amigo, la idea anterior deriva de la primera. Por último, le susurraría con sutileza al oído: ¡¡apaga la T.V por un instante y dedica una parte de tu tiempo a pensar y producir!!

Niño- Pero, ¿y si la persona está muy ocupada y no tiene tiempo para esto?

Carlos Vaz Ferreira- Aquí entre nos, ¿a quién le faltaría una, quizás media hora diaria para consagrarla a un trabajo o investigación original? Piensa que, si tantos productores han escrito obras importantísimas en condiciones similares (o peores aún), ¿por qué razón no podríamos lograrlo nosotros?

Niño- He estudiado tus tesis pedagógicas, también denominadas “idea directriz del escalonamiento” e “idea directriz de la penetración”, ambas independientemente. Contéstame: ¿en qué forma se pueden combinar?

Carlos Vaz Ferreira- Imagínate que estás frente al pizarrón de tu clase; el maestro te puso una ecuación y quiere que la resuelvas. Como niño de doce años, no te costará mucho tiempo llegar a una solución. Aplicas alguno que otro cambio de signo, restas, sumas, divides, multiplicas. Con seguridad, tendrás dificultades al principio, pero las irás superando con la práctica. A medida que vayas aumentando de grado, los problemas serán cada vez más complejos, y se vincularán con la “base” previa que habrás adquirido en años anteriores. En esta clase de ciencia (matemática, física y química), se “aplica” sí o sí mi idea directriz del escalonamiento, pues el estudiante, para ir conquistando este tipo de conocimiento, se apoya de lo ya aprendido. Piensa: resultaría absurdo pedirle a un niño de 6 años que resuelva una ecuación cuando todavía no

2 Idem pág. 3

aprendió a sumar o dividir. Pero surge un gran inconveniente: si permitimos que esta tesis actúe por sí sola, estaríamos pisoteando su gusto al “saber por el saber mismo” y, por consiguiente, a ese incentivo espiritual por descubrir “algo” nuevo, lo que es realmente intolerable. Por esto, nace la “idea directriz de la penetración” como un complemento. Se trata de presentarle algo nuevo, que le interese, y que nunca lo haya visto; y que lo vaya investigando por su propia cuenta, que su espíritu penetre como pueda el objeto. “Hay casos en los que el sentido común y un corazón ardiente llevan más lejos que un entendimiento cultivado, frío y calculador”3, como diría Pestalozzi. Y agregando a esto: “No deben llevar al niño únicamente a repetir en iguales o nuevas palabras lo que acaba de oír. Han de estimularlo a observar aquello que tiene ante él y a afianzarse en lo que ha aprendido, y ejercitarlo a hallar una pronta y adecuada respuesta entre su pequeño acopio de conocimientos. Mostradle una determinada propiedad en una cosa y haced que luego la descubra él mismo en otro objeto.”4

Niño- Acerca de tu “idea directriz del escalonamiento”, tengo una crítica que hacerle: creo que la misma no tiene en cuenta la importancia de conocer previamente qué sabe el alumno antes de pretender enseñarle algo. Así, podemos decir que, al igual que una pirámide cuando se le agrega una nueva piedra, si la base no es sólida termina por derrumbarse. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Carlos Vaz Ferreira- Perfectamente. A esto te contestaré: no todos aprendemos de igual manera o al mismo tiempo, y quien se encargará de ir adentrándonos en el maravilloso universo del conocimiento, según nuestra capacidad, será el maestro, puesto que él es el único que conoce nuestras posibilidades. De esta persona dependerá gran parte de nuestra “base piramidal”. Te recomiendo que leas un pasaje del libro Confesiones, de San Agustín, donde el autor se refiere a ello mediante una metáfora muy conveniente; de seguro aclarará tus dudas.5

Niño- Existe algo que todavía no comprendo: ¿por qué causa un investigador abandonaría aquel “deseo de descubrir”, esa elaboración teórica original? Explícamelo, te lo pido.
Carlos Vaz Ferreira- Admito que tus interrogantes me han asombrado; prométeme que, cuando crezcas, no sepultarás tu innata curiosidad, y que acostumbrarás al espíritu a buscar

3; 4 Idem pág. 3

5 “Yo no echo la culpa a las palabras, que son como vasos escogidos y preciosos, sino al vino del error que maestros ebrios nos servían en ellos y, si no lo bebíamos, se nos azotaba y no teníamos derecho a apelar a ningún juez sobrio.”

nuevas respuestas a antiguas preguntas. Volviendo con tus inquietudes, te diré que un desestímulo a la investigación nacional es la falta de tiempo y concentración. Previamente, ya tratamos este punto, por lo que no tendría sentido hacerlo otra vez. La indiferencia absoluta que enseñamos es otro factor de desinterés.

Niño- ¿La que...?

Carlos Vaz Ferreira- La indiferencia absoluta. Es decir, aquí mismo las personas “ponen en igual plano” aquellos trabajos que contienen ideas novedosas, originales, y aquellos que son, simplemente, un resumen de tesis foráneas. Si fueses un científico que ha descubierto una cura para alguna terrible enfermedad, y tu obra tiene idéntica valoración que la de otro que lo único que hizo fue trasladar, traducir mejor dicho, conceptos ajenos; ¿cómo te sentirías? ¿Acaso la frustración no te impediría continuar progresando?

Niño- Ahora comprendo la raíz de tal indiferencia.

Carlos Vaz Ferreira- El tercer desestímulo corresponde a una pobreza material del medio, que influye en la mentalidad del productor. Te lo explicaré: el investigador se autoconvence de que, puesto a la carencia de herramientas, nunca podrá formular grandes teorías, que influyan alrededor del mundo. Por eso, en vez de elaborar poco, opta por no hacer nada.

Niño- ¿Consideras que está en lo cierto?

Carlos Vaz Ferreira- Sí y no. Concuerdo con él en que la pobreza del ambiente es una dificultad para la elaboración de grandes teoría, pero no es excusa para que deje de producir. Por más insignificante que sea su aporte, junto con otros (también pequeños) pueden llegar a formar ideas de alcance universal. Es cierto que la situación de un productor nuestro no es comparable a la de un europeo: éste último posee a su disposición la última tecnología, laboratorios bien equipados, etc.; pero ambos tienen en común un “espíritu activo”, inclinado a investigar, encontrar, crear. Por esta razón, considero que “el que llega a producir aquí vale más intelectualmente, y mucho más moralmente, desde el punto de vista de la voluntad, que un notable productor europeo.”6
Niño- O sea que la falta de recursos no es un motivo relevante para dejar de investigar, ¿o me equivoco?

6Carlos Vaz Ferreira. Moral para intelectuales

Carlos Vaz Ferreira- No, no lo haces. Piensa que la mayoría de las investigaciones más importantes se han realizado en condiciones pobrísimas. Pasteur, Claudio Bernard son ejemplos clásicos de experimentadores que se encontraban en tales circunstancias. Y, sin embargo, contribuyeron notablemente a la ciencia. La carencia principal no es de orden material, sino de orden psicológico.

Niño- Explícate.

Carlos Vaz Ferreira- Cuando un médico aplica un tratamiento, su alma se encuentra en un estado pasivo: lo único que hace es constatar lo que otros han observado, nada más. Lo aplica tantas veces, que se convierte en una rutina para el profesional. Quizás, en alguna ocasión, éste descubre que ese tratamiento no es adecuado para un grupo de personas, pero pasa por alto lo percibido. Al tiempo, otro profesional describe lo que el primero descuidó, y el tratamiento deja de ser válido para determinados pacientes. Nuestro médico se dirá a sí mismo: “¡Uy, pero si yo lo había visto antes!”. Para salir de esta rutina, de este mal hábito, recomiendo que nos detengamos a estudiar con profundidad dos o tres puntos que sean ajenos a nuestras profesiones. Si la voluntad siguiese con fidelidad los consejos que he descripto al inicio, este mal intelectual de seguro se extinguiría.

Niño- Me gustaría añadir algunas reflexiones de Mario Wschebor, comprendidas en su ensayo “Imperialismo y universidades en América Latina”. Primeramente, creo que has observado que los grandes descubrimientos surgen en los países del centro. ¿Por qué? Porque las investigaciones, en muchos casos, cuentan con la financiación del Gobierno Federal. En Estados Unidos, el Ejército norteamericano subvencionó una serie de trabajos científicos, que luego serían utilizados para su propio beneficio. Otro aspecto importantísimo es que “el sistema capitalista ha organizado el mundo de tal modo, que los frutos del progreso científico y tecnológico no son utilizables para la gran mayoría de la población del Globo, y que el sometimiento de nuestra cultura es una consecuencia de esta situación, a la vez que un instrumento para mantenerla.”7 Así, el deseo de nuestro hombre de ciencia de “progresar en su saber, como el de hacer del conocimiento una cosa útil para el mundo que lo rodea, tropiezan sistemáticamente con la organización económica y social de un imperio que, o bien ha convertido a la ciencia y a la tecnología en aspectos marginales en los países subdesarrollados, o bien utiliza los frutos de su trabajo para mantener la situación actual.”8 Personalmente, creo que

7; 8 Mario Wschebor. Imperialismo y universidades en América Latina

daríamos un efectivo progreso en el campo científico, si organizásemos de una manera más racional nuestros recursos. Concluyendo, considero que “el hombre de ciencia en un país atrasado debe mantener viva la llama del saber, aunque esto implique necesariamente que su trabajo ha de ser modesto comparado con el despliegue que realiza la sociedad industrial”9; únicamente así lograría “liquidar la degradación moral en que se ha caído, bajo la égida del imperio, y volver a convertir el pensamiento en instrumento del progreso y bienestar del género humano.”10

Carlos Vaz Ferreira (maravillado)- Cada vez que te escucho, me cuesta aceptar cómo el buen juicio puede brotar de esas palabras infantiles. Me encantaría conversar contigo un largo rato más, pero ya es tiempo de que me retire.

Niño- Antes de que partas, quisiera finalizar esta plática con una última pregunta.
Carlos Vaz Ferreira- Adelante.

Niño- ¿Cuáles son los riesgos que generan la formación profesional específica y la adquisición de una amplia cultura por parte del individuo?

Carlos Vaz Ferreira- Con respecto al primer caso, la consecuencia negativa más relevante que ocasiona dicha profesionalización ya fue elucidada con anterioridad, cuando hablamos de ese estado espiritual pasivo. Refiriéndome ahora a la problemática siguiente, te contestaré que el mayor peligro que acarrea la adquisición de una amplia cultura por parte del individuo (proporcionada al estudiante a través de la enseñanza) es que, a medida que crece en superficie, es decir, a medida que se van agregando más y más temas a los planes de estudio, con la mera intención de abarcar todos los aspectos culturales (lo cual es imposible); decrece en profundidad, y ello nos perjudica en el sentido que no nos proporciona una base sólida para delimitar los problemas con claridad, y así poder darles soluciones, aunque éstas sean provisorias. Sería como fertilizar las plantas de veinte jardines con un puñado de abono, ¿me comprendes?

Niño- Por supuesto. Entonces dime, experto jardinero: ¿cuáles serían aquellas plantas que, a tu juicio, necesitan más fertilizantes que las otras?

Carlos Vaz Ferreira- Eso, pequeño amigo, lo averiguaremos otro día…

Ambos filósofos se saludan, dan una vuelta y se alejan caminando en sentidos opuestos.

9; 10 Idem pág. 7